martes, 23 de diciembre de 2008

ALGO PARA FORTALECER EL ESPIRITU

Ya que nos encontramos en este mes tan especial por las fiestas que celebramos y como es un mes en el que muchos reflexionamos sobre nuestra parte espiritual tratando de averiguar si es esta la que lidera nuestros actos o si simplemente nos dejamos llevar por el devenir de los hechos y cosas; quiero compartir con ustedes un texto que acabo de encontrar hace unos días, guardado desde los años de la universidad, me gustó mucho y lo copié no se de donde o si alguien me lo proporcionó. No recuerdo quien es el autor ni en que lugar exactamente lo copié. De todos modos al ver el viejo manuscrito pensé en que sería bonito compartirlo.


HOMBRE EN PIE

Psicológicamente, pocos hombres están normalmente formados.
Pocos hombres han ordenado y puesto en el lugar que les corresponde los diferentes compartimientos de su ser.
Pocos hombres están perfectamente equilibrados: o no se les ha ayudado a formarse (educación), o ellos no se han formado jamás a sí mismos (esfuerzos del adolescente y del hombre maduro), o se han malogrado o les han malogrado los otros, las cosas, las estructuras, la vida.....
Pocos hombres merecen el nombre de hombre.

El hombre debidamente formado tiene tres compartimientos: en el tercero, lo espiritual; en el segundo, lo sensible; en el primero, lo físico.
Los tres compartimientos se sostienen, se comunican, reaccionan unos en otros, pero su jerarquía ha de ser respetada; lo físico está abajo, es el menos noble; lo espiritual está arriba, es el mas bello. Si no se mantiene el orden de los valores, la formación es equivocada, el hombre se hunde.

Algunos hombres caminan cabeza abajo. Esto no puede ser; el hombre no está hecho para andar así.
Tu caminas cabeza abajo cuando lo físico -tu cuerpo- toma la preeminencia y manda.
Es la sensibilidad, en cualquiera de sus aspectos. Es también acaso la enfermedad que apabulla, cuando podría ser dominada y ofrecida.

Si es tu cuerpo quien decide y ordena, y eres tú quien le obedece, su peso aplastará en tí todo lo demás. Tu sensibilidad se embotará, tu espíritu se ahogará, y se volverá anémico.

¿Ha tomado tu cuerpo las riendas del poder completa y definitivamente? Acaso, no; pero, si te estudias lealmente, quedarás sorprendido, en más de una ocasión, advirtiendo que andas cabeza abajo:
esta gula no la puedes resistir;
este dulce, este vaso de vino;
esta molicie corporal, que por la mañana se resiste a que la levantes o, una vez levantado, ya
descarta todo esfuerzo;
esta sensación rebuscada o saboreada sin otra finalidad que tu propia satisfacción;
este placer sexual deseado por sí mismo.
¡ Vamos, en pie; sé hombre!

Algunas personas andan arrastrándose; en ellas manda lo sensible.
Tu sensibilidad domina, paraliza también el espíritu, lo lleva a remolque, no puede juzgar con rectitud ni obrar con libertad.

¿Qué no has logrado ser irremediablemente esclavo de tu sensibilidad? Tal vez no, pero ¿no gobierna en tí con harta frecuencia?
Crees que esta persona tiene razón porque la amas con amor sensible; que la otra no la tiene porque no puedes aguantarla.
Trabajas con alguno de tus profesores porque te es simpático, no haces nada con otro porque no puedes aguantarle.
Te desvives mucho más por uno que por otro, te entregas mucho más a éste que a aquel porque tu amor es un amor sensible: con fulano, trabajas a gusto en equipo porque por él "irías al fin del mundo", pero con su amigo no podrías colaborar.
"Tienes la negra", no eres ya capaz de nada por que un reproche te ha lastimado, una sonrisa irónica te ha afligido, una mano te ha sido negada.
No tienes ánimo para luchar porque nadie advierte tu esfuerzo, porque no halla consuelo tu sensibilidad hambrienta.
Rezas hoy porque estás en forma, y estás en forma porque recibiste una carta agradable, porque tu amigo tuvo para tí un gesto delicado, porque te ha emocionado el espectáculo de un gran sufrimiento....., pero mañana ya no podrás rezar porque estarás "desinflado", y estarás así porque comprobarás que tus esfuerzos no dieron resultado satisfactorio, porque alguien no creyó en tu buena voluntad, o tu amigo te engañó o te abandonó....
¡Ya no estás en pie; te arrastras, esclavo!

El hombre en pie es aquel cuyo espíritu, enteramente libre, domina la sensibilidad y el cuerpo. No desprecia a uno ni a otra, puesto que ambos son bellos y útiles, como creados por Dios, pero los domina y los dirige. El es el amo; ellos, los servidores.
Tienes derecho a dar precedencia a tu sensibilidad o al vigor de tu cuerpo, pues son una fuerza que has de orientar, son tus cabalgaduras, puedes ahorcajarte en ellos pero mantén firme las riendas; son tu coche, puedes hacerte conducir, pero mueve bien el volante. Si tus corceles se desbocan, si pierdes el mando de tu vehículo, conocerás la desgracia.
Algunos hombres "planean", no tocan de pies en el suelo.
Tu planeas también
cuando tus sueños se te antojan realidad,
cuando pasas el tiempo concibiendo planes que nunca llevas a cabo,
cuando no te acomodas a las personas y a las cosas,
cuando no te aceptas tal como eres,
cuando no aceptas a los demás como son, o el medio en que vives, o el lugar que ocupas, o los acontecimientos que te atañen....
Planeas cuando, por miedo a la realidad, por falta de generosidad o por orgullosa complacencia te dejas arrastrar por el ensueño.

Soñar tu vida no es vivirla.
Tienes derecho a asirte un poco al ensueño para seguir adelante, pero nunca para alejarte de la realidad.

Para formarte debidamente y permanecer en pie, has de recordar con frecuencia los diferentes compartimientos del hombre y su jerarquía; luego estudiarte lealmente frente a tal persona, tal acto, tal actitud.... ¿Quién te ha empujado a decidir esto, a obrar o reaccionar de esta manera?
Si no fuiste tú, quien mandó, comprobarlo es ya una victoria de tú espíritu. Ya no eres, al menos, una víctima ciega, te liberas y recuperas tu cargo de director en tu vida.

El hombre no puede con sus propios medios, permanecer en pie: su cuerpo es harto pesado; su sensibilidad demasiado osada.
Necesita una fuerza que le atraiga desde la altura, le sostenga y le transfigure desde dentro.
Si abres tu alma a Dios te fortalecerá su fuerza; y tu sensibilidad y tu cuerpo estarán en tus manos, puesto que tus manos estarán entre las suyas.
Si no acoges a Dios, te mutilas, eres hombre inacabado, truncado, decapitado, ya que el hombre completo, en el pensamiento eterno del Padre, es "el hombre de pie y divinizado".


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